La pandemia y el medio ambiente desde la perspectiva de una bioética global

Columna escrita por la Profesora Cecilia Burgos S.

Van Rensselaer Potter quien fue un famoso bioquímico estadounidense, introdujo en 1970 el término bioética global para expresar una visión y un enfoque más amplio de la ética en relación con la salud, la enfermedad, la vida y la muerte, la sociedad, las políticas públicas y la biopolítica.

Potter critica la bioética tradicional principialista (respeto a la autonomía, beneficencia, no maleficencia, justicia) por restringir su reflexión al ámbito de las intervenciones biomédicas y enfatizando la autonomía personal, careciendo de una perspectiva pública, colectiva y global. Esta bioética tradicional no tiene en cuenta ninguna
perspectiva global; se centra en tratar desafíos específicos propios de los países desarrollados,
ignorando los problemas de salud pública en otras partes del mundo, en los países en vías de
desarrollo. Además, quedan fuera de su análisis la ética del ambiente, la ética de la agricultura y la
ética social. Por lo tanto, se necesita una perspectiva más incluyente y global de la bioética, que ha
adquirido el nombre de bioética global porque abarca todas las áreas geográficas del globo, así
como también las diversas cuestiones éticas que se articulan entre sí, aplicando los progresos de la
tecnociencia al campo de las ciencias de la vida y de la salud.
La idea de bioética global para Potter (1988) se refleja en los principios de la Declaración Universal
sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO (2005), sobre los derechos a la atención y la
asistencia sanitaria, la biosfera, las generaciones futuras, la investigación sobre seres vulnerables y
la justicia social
Algunas características de la bioética global de Potter:

  • Orientación hacia el futuro. Para evitar desastres como la guerra nuclear o las
    catástrofes ecológicas, debemos desarrollar visiones positivas del futuro. El objetivo
    último de la bioética es para Potter la supervivencia de la humanidad a largo plazo.
  • Interdisciplinariedad. Los problemas de la humanidad son multidimensionales y
    afrontarlos implica el diálogo entre diversos tipos de conocimiento, de disciplinas
    diferentes como la biología, las ciencias sociales y humanistas.
  • Los seres humanos forman parte de la naturaleza (medio ambiente). Los seres
    humanos forman parte del ecosistema que incluye la tierra, el agua, las plantas y los animales. El
    ser humano no puede y no debería degradar y destruir más el medio ambiente.
    Potter, para definir su visión de la bioética como una “ciencia de la sobrevivencia”, usa la metáfora
    del puente como símbolo de comunicación y de conexión (Bioethics: Bridge to the future [Bioética:
    un puente al futuro], 1970).
    Esta metáfora del puente tiene cuatro significados:
  1. Puente entre presente y futuro: la bioética constituye un nuevo enfoque que se
    concentra en cuestiones y objetivos a largo plazo que pueden garantizar la
    supervivencia de la humanidad;
  2. Puente entre ciencia y valores: la bioética es una nueva disciplina que combina el
    conocimiento biológico con el conocimiento del sistema de los valores humanos;
  3. Puente entre naturaleza y cultura: la bioética es responsable del futuro al tratar de
    conjugar el conocimiento científico de las realidades biológicas y de la naturaleza
    de los seres humanos con el objetivo de garantizar la evolución cultural;
  4. Puente entre seres humanos y naturaleza (medio ambiente): la bioética representa
    una nueva ética que tiene en cuenta la nueva ciencia de la ecología y concibe a los
    seres humanos en relación con su ambiente.
    Es evidente que hoy en día, la mayor preocupación a nivel mundial es vencer a la COVID-19,
    evitando más muertes y nuevos contagios. Una vez logrado este objetivo, la crisis económica
    producida por esta pandemia será el asunto más urgente, posiblemente seguido de otras
    pandemias como la salud mental y otras enfermedades crónicas no transmisibles no tratadas.
    La situación actual deja la problemática del medio ambiente en un plano muy secundario. Sin
    embargo, no se debe bajar la guardia. Si bien la disminución de las actividades económicas debido
    a la cuarentena mundial ha proporcionado buenas noticias a nivel ambiental: el saneamiento de la
    capa de ozono y la mejora de la calidad del aire y de las aguas, también se ha observado un
    incremento en la producción y consumo de material plástico, sobre todo de desechable o un uso.
    Este aumento se da tanto en el uso hospitalario como en el uso doméstico y probablemente irá en
    aumento a medida que avance el desconfinamiento de los ciudadanos.
    No hay que olvidar que la contaminación por plásticos es uno de los principales problemas
    ambientales del planeta según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el
    Medio Ambiente (PNUMA) publicado en 2019.
    El plástico es un material imprescindible para los equipos de protección personal (EPP) del
    personal sanitario. Las mascarillas que utilizan, las denominadas FPP, tienen un material filtrante
    constituido por un entramado de fibras plásticas que retiene los virus.
    Además de las mascarillas, otros EPP también hechos de material plástico son los guantes, las
    batas impermeables, las antiparras y protectoras faciales. Pero el uso de material plástico en los
    hospitales no se reduce a los EPP. Incluye también diversas piezas para equipos médicos, como
    respiradores y ventiladores, jeringas de policarbonato, tubos médicos de PVC, bolsas de sangre,
    etc.
    A causa de la pandemia, la generación de residuos hospitalarios se ha incrementado de forma
    exponencial. Por ejemplo, los residuos generados en los hospitales asturianos se han multiplicado
    por cuatro, estimándose en unas 185 toneladas durante el mes de abril.
    A estos residuos hospitalarios debemos sumar también los residuos generados en las residencias
    sanitarias y residencias para personas mayores (ELEAM).

Todos estos residuos no pueden ser reciclados y su destino será bien vertederos o bien
incineración, con los consiguientes cuestionamientos sobre el posible riesgo ambiental de estos
procesos. Si no se trabaja con las condiciones óptimas para la incineración de residuos que poseen
un elevado contenido en plástico, se pueden generar emisiones de compuestos cancerígenos
como las dioxinas y los furanos, aparte del colapso de los incineradores a nivel hospitalario o su
derivación a instalaciones de residuos sólidos urbanos.
La recomendación del uso obligatorio de mascarillas para salir a la calle o acudir a supermercados
y farmacias se ha extendido por todo el mundo, por lo que miles de millones de personas están
utilizando mascarillas de plástico, que además son de un solo uso (Italia estima que necesita usar
unos 90 millones de mascarillas al mes).
Lamentablemente, ya se han empezado a ver mascarillas flotando en las playas del archipiélago de
Soko, situado entre Hong Kong y Lantau, indicador de una mala gestión de este residuo y a nivel
local es común verlas en las calles.
Cuando salimos de nuestras casas también utilizamos otros artículos sanitarios de un solo uso
como guantes, geles hidroalcohólicos o toallitas desinfectantes. Después de su utilización,
mascarillas, guantes y toallitas deben ir al contenedor de basura, por lo que tampoco entrarán en
el círculo de reciclaje.
La pandemia de COVID-19 también ha aumentado el consumo de otros plásticos desechables
como bolsas, botellas de agua, recipientes para enviar comida a domicilio o embalajes del
comercio por internet. También optamos por el uso de bolsas de usar y tirar, en lugar de las
bolsas reutilizables, por miedo a que estas últimas se hayan podido contaminar. Todo el material
plástico se deshecha, sobre todo al saber que el coronavirus puede permanecer de dos a tres días
en el plástico.
Ahora que nos enfrentamos a las diferentes fases de desconfinamiento, los diversos espacios
públicos se están preparando para evitar el contacto entre personas y mantener las distancias de
seguridad. Se está incrementando el uso de mamparas protectoras que actúan como barrera física
y aumentan la seguridad de clientes y trabajadores. Estas mamparas ya se han instalado en
comercios como farmacias o supermercados y se está evaluando su incorporación en bares y
restaurantes, e incluso en el interior de los aviones.
Las mamparas y cubículos tienen una vida útil de unos 10 años. Pero la realidad es que, una vez
superada la crisis sanitaria, todo este material será retirado y nos encontraremos con una gran
cantidad de residuo plástico. Deberemos ser capaces de gestionarlo correctamente, evitando su
impacto ambiental en ecosistemas terrestres y acuáticos.
Hasta la llegada de la pandemia de COVID-19, el 2021 parecía ser un año crucial en la lucha contra
el empleo abusivo del plástico. Sobre todo, para los de un solo uso, que deberían estar prohibidos
en la Unión Europea a partir del año que viene.
Asimismo, Chile el 2018 se sumó con la ley Núm. 21.100 que prohíbe la entrega de bolsas plásticas
de comercio en todo el territorio nacional, una iniciativa con el objetivo de reducir su uso
innecesario.

La ironía es que, hasta antes de la pandemia, la sociedad estaba plenamente consciente de los
problemas de sostenibilidad de los plásticos. Sin embargo, la necesidad de contener la
propagación del virus ha causado el resurgimiento del plástico como un material indispensable.
Por otro lado, tenemos la cuestión económica. Los precios bajos del petróleo implican que se
podría fabricar mucho plástico aún más barato. Es cierto que por motivos de higiene y salud no es
factible prohibir el uso de plásticos de un solo uso mientras dure la emergencia sanitaria. Pero es
muy importante evitar que, una vez resuelta la crisis, se produzca un mayor problema ambiental.
No hay que olvidar que la problemática de la contaminación por plásticos seguirá aún presente.
Urge el desarrollo de materiales alternativos a los plásticos más biodegradables y reciclables, así
como el avance en el diseño de nuevos aditivos químicos que sean menos contaminantes. Si hoy
en día dispusiéramos de estas soluciones, el actual incremento del uso de material plástico no
estaría afectando tan negativamente al medio ambiente.
Pero también urge una mirada desde la responsabilidad individual y desde la solidaridad en la
forma cómo utilizamos y eliminamos todo este material. Y como dice Potter, pensando en qué
mundo le dejaremos a las futuras generaciones…

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